María Megina, Neuropsicóloga Clínica, nos deja una reseña sobre el libro "El cerebro femenino" de Louann Brizendine.
El sexto día, Dios creó a Adán, y Dios, al verlo solo, decidió que necesitaba a una compañera, así que de una costilla de este, creó a la mujer. Así empezó para muchos (sí, por extraño que parezca esto es el “creacionismo”), pero la historia puede ser bastante diferente.
Siguiendo el método científico, la naturaleza decidió que el fenómeno de la “creación” se produjera más bien al contrario de lo que nos cuenta la Biblia: todo ser, al ser concebido, es “mujer”. Es a las 8 semanas de la unión del óvulo y el espermatozoide cuando la actuación de las hormonas -en este caso la testosterona- decide el futuro sexo biológico de la persona. El cerebro decide por nosotros. Somos nuestro cerebro, genes, neuroquímica, ambiente. Somos hombre y mujer, y somos distintos, principalmente porque nuestro cerebro funciona de forma diferente.
La dopamina interviene en el control de los movimientos y, cuando falta, los movimientos normales se afectan (aparece rigidez, temblor, lentitud en el movimiento); el déficit en los receptores serotoninérgicos tiene como consecuencia la alteración del estado de ánimo; la testosterona se relaciona con la conducta sexual y agresiva, etc. Muchos (principalmente si no han estudiado el cerebro) admiten la importancia de este órgano en el movimiento e incluso en el habla, porque son alteraciones que se manifiestan de forma clara tras un daño cerebral sobrevenido o cualquier enfermedad cerebral. También son muchos los que al hablar de emociones, pensamientos y conductas recurren a “la mente”, como si los sentimientos o los planes viniesen de un “ente” no material. Sólo basta observar a pacientes que, tras un ACV o TCE (o de una demencia o tumor), cambian por completo su personalidad. Cuando habían sido cultos y respetuosos se vuelven pueriles y desinhibidos; habiendo sido muy charlatanes, se vuelven silenciosos. Cuando antes eran “unas castañuelas”, ahora no salen de la apatía y la falta de iniciativa. ¿Qué ha ocurrido si no un cambio en la estructura y/o función del cerebro?
El papel fundamental de las hormonas empieza demostrándose en las primeras fases del desarrollo neurológico y continua toda la vida, manifestándose según las diferentes etapas vitales por los cambios que en ellas acontecen. Esto es igual para hombres y mujeres. ¿Cuál sería la diferencia? La mujer está sometida no sólo a cambios hormonales en diferentes etapas de su vida (adolescencia, menopausia, etc.) sino que existe un ciclo mensual que provoca cambios dirigidos a la reproducción, pero, sobre todo, “puede determinar qué le interesa hacer al cerebro”. Las hormonas guían comportamientos sociales y sexuales, afectivos y agresivos, intereses y motivaciones. El estrógeno y el bienestar; la progesterona, la tormenta y la calma; la testosterona y la conducta “típicamente masculina”; la oxitocina y el placer; el cortisol y el estrés; la vasopresina, hermana de la testosterona, y la oxitocina; la alopregnenolona apaciguadora.
Somos nuestro cerebro. Sentimos y pensamos, en cierto sentido, “como él nos dicta”. Nos enamoramos porque un estímulo, el ser amado, provoca cambios neuroquímicos en el cerebro, de la misma forma que al adicto frente a su droga. La oxitocina y la dopamina activan los circuitos de la confianza y el amor romántico. El freno a la tormenta amorosa lo pone la vasopresina y es, entonces, cuando se pasa a una nueva fase en la relación de pareja. Explicación sencilla a un proceso complicado.
La realidad de una mujer puede cambiar semana a semana (en unos casos más que en otros) y a lo largo de la vida. Cantidades superiores de andrógeno, testosterona, en las 2ª y 3ª semanas del ciclo, hacen que la mujer muestre más conductas de agresividad e impulso sexual. El estrógeno también aumenta el deseo. Desde los juegos de niñas en la infancia a la preferencia por actividades laborales de orientación social en la edad adulta, están influenciadas por las hormonas. En la pubertad se produce un aumento significativo del estrógeno, la progesterona y la testosterona. Esto se traduce en aumento de la sensibilidad, de los circuitos del estrés, emocionales y del sexo. Durante la lactancia, la oxitocina y prolactina tiene un papel principal en la historia. Así, los circuitos del estrés, del sexo y emociones se atenúan, y todos los objetivos se dirigen al cuidado del bebé.
Muchos de los datos actuales ponen en entredicho el peso que a se ha dado a la educación en el comportamiento diferencial de hombres y mujeres.
El avance en técnicas de neuroimagen nos ha permitido conocer las diferencias en el procesamiento de la información de hombres y mujeres. Estas diferencias vienen reflejadas en la puesta en funcionamiento de diferentes circuitos neurales ante los mismos estímulos o en la intensidad en que éstos se activan. Zonas del cerebro femenino muestran mayor activación general con respecto al cerebro del hombre: el cortex cingulado anterior (toma de dicisiones), el cortex prefrontal (el director de la orquesta), la ínsula (sentimientos viscerales), hipotálamo (regulador hormonal), la amígdala (en este caso menos activa que en los hombres), la glándula pituitaria (cerebro maternal), hipocampo (memoria).
Tal como indica Brizendinne, “el cerebro femenino, con la menstruación, cambia un poco cada día. Algunas partes del mismo cambian hasta el 25% cada mes”, por lo que no es de extrañar que estos cambios hormonales se traduzcan en cambios afectivos y/o conductuales manejables en su mayoría, pero que pueden resultar fatales como se demuestra en el Trastorno Disfórico Premenstrual.
Los cambios hormonales -y los cambios emocionales que provocan -pueden obviarse, pueden negarse, pueden incluso hacernos actuar como si ese estado fuese a durar para siempre. Por el contrario, conocer los procesos químicos de nuestro cerebro, ser conscientes de que existen y de los cambios, normales y patológicos, que pueden provocar en la persona, hacen que se tenga una actitud más adaptativa ante ellos.
Louann Brizendine, doctora en Medicina y neuropsiquiatra, interesada en conocer todos los cambios neuroquímicos y hormonales que acontecen a la mujer y analizar su repercusión en el estado de ánimo, fundó en 1994 la Women´s Mood and Hormone Clínic en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de California. Algunos hallazgos tras el estudio de los pacientes que desde entonces han acudido a su centro demuestran que, como indica en su libro, “la influencia de las hormonas, crea una realidad femenina… Cada estado hormonal actúa como fertilizante de diferentes conexiones neurológicas, responsable de nuevos pensamientos, emociones e intereses… La realidad neurológica de una mujer, no es tan constante como la de un hombre”.
Este es un libro lleno de ciencia que debería ser leído por hombres y mujeres que quieran conocer un poco más acerca del cerebro y la conducta, acerca de lo que somos.
María Megina Martín
Un comentario
Sin duda todo lo que dices es cierto, yo mismo tengo un hijo cuya conducta está afectada por un daño cerebral (seguramente) no identificado. Sin embargo, mi experiencia con los ordenadores (infinitamente más simples que el cerebro) me ha enseñado que el software, o sea los programas que le dicen al ordenador lo que tiene que hacer, son los causantes de más del 90% de los fallos de funcionamiento. Por cierto, está siendo un placer atender a tus clases en el curso de neuropsicología pediátrica.